Nuestra oración por los muertos es,
por tanto, no sólo útil sino que también es necesaria, ya que ésta no
sólo les puede ayudar, sino que al mismo tiempo hace eficaz su
intercesión en nuestro favor (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, 958). También la visita a los cementerios,
a la vez que custodia los lazos de afecto con quien nos ha amado en
nuestra vida, nos recuerda que todos vamos hacia otra vida, más allá de
la muerte.
El silencio es capaz de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos
El silencio es capaz de abrir un espacio interior en lo más íntimo de nosotros mismos, para hacer que allí habite Dios, para que su Palabra permanezca en nosotros, para que el amor a él arraigue en nuestra mente y en nuestro corazón, y anime nuestra vida. Por lo tanto, la primera dirección es: volver a aprender el silencio, la apertura a la escucha, que nos abre al otro, a la Palabra de Dios. El silencio de Jesús (7 de marzo de 2012)
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