Nuestra oración por los muertos es,
por tanto, no sólo útil sino que también es necesaria, ya que ésta no
sólo les puede ayudar, sino que al mismo tiempo hace eficaz su
intercesión en nuestro favor (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, 958). También la visita a los cementerios,
a la vez que custodia los lazos de afecto con quien nos ha amado en
nuestra vida, nos recuerda que todos vamos hacia otra vida, más allá de
la muerte.
El odio es un fracaso, la indiferencia un callejón sin salida y el diálogo una apertura.
Por último, quisiera utilizar la imagen de la mano. Esta compuesta por cinco dedos muy diferentes entre sí. Sin embargo, cada uno de ellos es esencial y su unidad forma la mano. El buen entendimiento entre las culturas, la consideración no altiva de unos hacia otros y el respeto de los derechos de cada uno, son un deber vital. Se ha de enseñar esto a todos los fieles de las diversas religiones. El odio es un fracaso, la indiferencia un callejón sin salida y el diálogo una apertura. ¿No es ese el buen terreno donde sembrar la simiente de la esperanza? Tender la mano significa esperar a llegar, en un segundo momento, a amar. Y, ¿hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo. Puede hacer florecer la esperanza, sobre todo cuando la me...
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