Todo teólogo está llamado a ser hombre del adviento, testigo de la espera vigilante, que ilumina las vías de la inteligencia de la Palabra que se ha hecho carne

Todo teólogo está llamado a ser hombre del adviento, testigo de la espera vigilante, que ilumina las vías de la inteligencia de la Palabra que se ha hecho carne. Podemos decir que el conocimiento del verdadero Dios tiende y se nutre de ese “momento” que nos es desconocido, en que el Señor volverá. Estar vigilantes y vivir la esperanza de la espera, no es, por tanto, un deber secundario para un recto pensamiento teológico, que encuentra su razón en la persona de Aquél que se encuentra con nosotros e ilumina nuestro conocimiento de la salvación. 

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