El corazón inquieto es el corazón que no se conforma en definitiva con nada que no sea Dios, convirtiéndose así en un corazón que ama.
El corazón inquieto, del que hemos hablado evocando a san Agustín, es el corazón que no se conforma en definitiva con nada que no sea Dios, convirtiéndose así en un corazón que ama.
Nuestro corazón está inquieto con relación a Dios y no deja de estarlo
aun cuando hoy se busque, con «narcóticos» muy eficaces, liberar al
hombre de esta inquietud. Pero no solo estamos inquietos nosotros, los
seres humanos, con relación a Dios. El corazón de Dios está inquieto con relación al hombre. Dios nos aguarda. Nos busca. Tampoco él descansa hasta dar con nosotros.
El corazón de Dios está inquieto, y por eso se ha puesto en camino
hacia nosotros, hacia Belén, hacia el Calvario, desde Jerusalén a
Galilea y hasta los confines de la tierra. Dios está inquieto por
nosotros, busca personas que se dejen contagiar de su misma inquietud,
de su pasión por nosotros. Personas que lleven consigo esa búsqueda que
hay en sus corazones y, al mismo tiempo, que dejan que sus corazones
sean tocados por la búsqueda de Dios por nosotros.
Comentarios
Publicar un comentario